Cuando ya pasamos del concepto del bien y del mal, cuando no hay fundamentos de ningún tipo en los que realmente creamos y sustenten nuestras acciones, la libertad absoluta esta cohartada unicamente por la ley y las convenciones sociales. Si estas convenciones sociales son la delgada linea divisoria entre lo que podemos hacer y lo que no, en nuestra busqueda de satisfaccion, es la hipocresia la que nos permite burlar nuestro unico factor condicionante para la total libertad de accion. Sobre estas bases, el señor Buñuel, con el cinismo cruel que lo caracteriza, durante casi dos horas nos invita a un catalogo de miserias humanas brillantemente presentadas, pinceladas con el mejor surrealismo que el cine supo tener.
Todos somos hipocritas. Este es el hilo conductor de las secuencias que una tras otra son presentadas por Buñuel. Una edicion impecable hace que la transicion de una situacion a otra, nos sea ligera y hasta imperceptible. En general, la lectura racional y la búsqueda de simbolismos nos puede ser util, pero no es necesaria, quizas lo mejor que el cine de Buñuel tiene, es la capacidad de transmitir ideas e impresiones a traves de nuestra interaccion con las mismas, pero sin requerir de una lectura racional para abordarlas. Como en los sueños, una pesadilla puede agobiarnos, no por la explicación racional que hagamos de la misma y de sus símbolos, a posteriori, sino por el mero hecho de estar inmersos en ella.
Aunque es altamente tentador contar algunas de las secuencias, prefiero no hablar de ninguna de ellas, para que cada quien descubra la película a su gusto, sin ninguna anticipación, de la misma manera que yo he podido disfrutarla. En su estreno, hace 35 años, muchas de las escenas de la película se hicieron realmente famosas, hoy dia, ya casi nadie las recuerda, con lo cual, creo que casi todos podrán disfrutar del desconocimiento absoluto. Para los que la han visto y aun la recuerdan, solo puedo decir una cosa: "¡Que al menos se queden los monjes!".
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